Escuela Buenaventura de Costa Rica

Escuela Buenaventura de Costa Rica

Conocí este edificio en 1997 con ocasión de una visita a Costa Rica. No tenía más antecedentes de él que un comentario escuchado al pasar a Julián Salas S. en un seminario de arquitectura y prefabricación en Chile. Fue un encuentro sorpresivo, casi un hallazgo, que me motivó y entusiasmó. Me interesó su concepto y estructura, me llamó la atención su arquitectura y porte neoclásico, la nobleza de su fachada. Lo pude recorrer poco (como buen turista entrometido pero tímido que soy) y descubrí los espacios dignos, el uso escolar y alcancé a fijarme en los detalles de las planchas de enchape de muros interior y exteriormente, las planchas de cielo…y los niños, los alumnos que lo ocupaban. Me entusiasmaba su existencia y operación a más de 100 años de su construcción, sometido al trato exigente, por no decir duro, al que suelen someter los alumnos a las instalaciones e infraestructuras escolares. El tiempo, el desgaste propio y la ausencia de un mantenimiento específico fueron causando deterioro progresivo que ameritaban su recuperación e intervención, cosa que se aborda en 2009 y se termina en 2011. Los daños incluían corrosión en sus columnas, especialmente las de las galerías de 2º piso, y otros deterioros que fueron abordados en detalle. Las obras fueron ejecutadas por el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica y la Junta de Educación del Distrito de Morazán con el apoyo del Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura. A cargo de la obra estuvieron los ingenieros Marco Rodríguez y Victor Ramírez; la supervisión a cargo de la arquitecta Sandra Quiros, del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural; ingenieros Miguel Cruz y Fabricio Chavarría. Hoy, restaurado hace algunos años, alberga 1300 alumnos y cuerpo docente y me parece oportuno comentarlo porque habla de una época brillante de América y de una industria pujante en Europa que, impulsada desde la revolución industrial, bregaba por encontrar en el hierro y el acero, una alternativa tecnológica para sus edificaciones. Más allá de algunos comentarios que resultan evidentes ante preguntas recurrentes (¿que si tienen durabilidad las construcciones de acero?), este edificio de más de 100 años habla por sí sólo pero, además, pone en valor algunos atributos y características funcionales y hasta simbólicas que comentaremos al final.

En la década de 1890 Costa Rica, en pleno período liberal de su historia republicana, dedica gran importancia a la educación pública y, especial atención a la creación de obras de infraestructura que permitieran albergarla y proyectarla al futuro. La iniciativa de esta obra se debe al educador Buenaventura Corrales, presidente electo de la Junta de Educación quien, bajo la presidencia de don Rafael Iglesias (1894 – 1902) propone la creación de un edificio que reuniera las ‘Escuelas Graduadas’ un sistema educativo innovador para la época que distribuye a los alumnos según edad y conocimientos en tres grados (elemental, medio y superior). El programa incluye una escuela para varones y otro para niñas. Se emplazó originalmente en un terreno que quedaba en las afueras de la ciudad, lo que motivó no poca resistencia entre algunos ciudadanos que consideraron inconveniente que los alumnos y alumnas tuvieran que caminar 15 minutos hasta llegar a ella. Hoy está en pleno centro de la ciudad de San José, frente al Parque Morazán.

El proyecto es encomendado en 1890 al arquitecto belga Charles Thirion (1838-1920), de Verviers (provincia de Liège), autor, entre otras obras del teatro La Bomboniere (1891).

El proyecto es de una composición muy simétrica, de tres volúmenes en su fachada principal y responde a los cánones del neoclásico (a solicitud del mandante), tendencia historicista frecuente en esa época en Hispanoamérica. El volumen central ligeramente resaltado, coincide con el edificio destinado al salón de actos. Se trata de un edificio de 2 plantas, de poco más de 2400m2, que se organiza en torno a dos patios separados por el cuerpo central. Los patios están rodeados por pasillos y balcones de barandas de rico ornamento. La estructura está conformada por un entramado básico de columnas de hierro colado que recibe revestimientos de planchas de hierro galvanizado en caras interiores y exteriores, dejando una cámara de aire entre ellas. Estas chapas estampadas de cuidado diseño ordenan la composición de los planos de muros, coincidiendo con el palillaje de las ventanas, también de hierro. Las columnas interiores cumplen la función de soportar los pasillos y actúan en parte de bajadas de aguas lluvias, pero no colaboran a tomar esfuerzos horizontales. Los esfuerzos sísmicos los toman los muros revestidos.

La fabricación corresponde a la empresa S.A. Forges d’Aiseau, también de Bélgica. Una versión no confirmada dice que parte del hierro utilizado en su fabricación procedía de la fundición de los cañones perdidos por Napoleón en Waterloo. Las más de 1.000 toneladas de hierro que componen la estructura y los cerramientos del edificio se trasportan por vía marítima desde Amberes, en Bélgica hasta Puerto Limón, en Costa Rica. Desde allí es transportada por tierra hasta su emplazamiento actual en San José de Costa Rica, donde comienza su construcción en 1892.

Fue inaugurada en 1886, constituyéndose en el primer edificio metálico de Centroamérica. Albergó originalmente dos escuelas, una de niñas y otra de niños, reunidas bajo el nombre de Escuelas Graduadas de San José. Su buen comportamiento estructural ante el terremoto de Cartago de 1910 lo lleva a ser utilizado temporalmente como Hospital de emergencia. Su destino educacional, sin embargo, lo ha ejercido desde sus inicios hasta hoy, en que funcionan en el Edificio Metálico tres escuelas fusionadas bajo el nombre de Escuela Buenaventura Corrales, en honor a su impulsor.

Fue declarada "Reliquia de interés histórico y arquitectónico Nacional" de Costa Rica en 1980.

La reciente restauración, y la continuidad operacional en las funciones para las que fue concebido ponen en valor varios aspectos de la construcción en acero de ayer y de hoy que me parecen interesantes de destacar. En primer lugar, la colaboración del hierro con la creación de infraestructura educacional, actividad republicana que mantuvo en distintas latitudes y épocas del continente (en Chile, por ejemplo, está la labor constructora de la Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales que en la década de los 60 del siglo pasado, levantó una importante cantidad de edificios educacionales en estructuras de acero altamente racionalizadas). Por otra parte, destaca el concepto de prefabricado incluido en la construcción en acero y, vinculado a él, su capacidad de ser transportado y aún movilizado. Hoy como ayer, los edificios de acero pueden ser recuperados y reconstruidos en otros emplazamientos. La durabilidad en condiciones de servicio exigentes queda de manifiesto en este edificio, así como la necesidad de incluir en su vida útil las obras de mantenimiento necesarias que permiten amplificar significativamente su ciclo de vida útil. Por otra parte, en la historia de este edificio, está contenido el concepto de la posibilidad del material de ser 100% e indefinidamente reciclado. A lo anterior le sumamos el hecho no menor de la versión no confirmada que habla de reciclar cañones para dedicarlos a la educación. Todo un símbolo y un llamado.

Si viaja a Costa Rica no se pierda la visita y, de paso rinda un homenaje a los fundadores de este precioso edificio, a sus impulsores y al espíritu que los anima. Nos hacen falta en muchas ocasiones.